La celebración de navidad se prolonga durante varios días. Este tiempo litúrgico en el que nuestra fe se alimenta y enriquece con la natividad del Señor no puede quedar reducida a un solo día. Necesitamos tiempo para asimilar la fiesta, para «comprenderla», ya que después del 25 de Diciembre celebramos los santos de navidad. Inmediatamente después de la navidad se celebran las fiestas de san Esteban, san Juan y los santos inocentes, María Madre de Dios y la Sagrada Familia. Un camino de mucho alimento espiritual y de ánimo y fortaleza para la fe a través de este tiempo de Navidad.
«No quiero que pase la Navidad sin cambiarme el alma. No quiero dejar de soñar con un mundo mejor del que hoy tengo entre mis manos. Con una vida más plena y sagrada. Con un corazón más puro y grande del que tengo. Espero tantas cosas de Dios que no desespero.
Sólo quiero tener una sonrisa amplia para no amargarme. Para alegrar a otros. Para tocar el alma de los que están perdidos. Quiero un corazón noble capaz de asombrarse cada día, ante cualquier cosa. Capaz de creer en lo imposible. Un corazón fuerte, que sepa hacer las cosas nuevas cada día. Nuevas las de siempre. Nuevas las que creo.
Quiero levantarme cada mañana dispuesto a cambiar el mundo. Dejando atrás el cansancio y las caras tristes. Los miedos que me bloquean, los reparos y egoísmos. Es Navidad, me repito. Y sonrío por dentro. Otra vez de nuevo empiezo con fuerza.
Lo puedo lograr si me dejo hacer por Dios en sus manos. Si digo que sí con alegría y pierdo ese miedo a arriesgar la vida. Escucho callado dentro de mi alma. Digo que sí a Dios allí donde me quiera. Me abro muy quedo.
Quiero que mi Dios cambie todos mis sueños. Porque es Navidad, me digo. Y es todo posible. Dejar de lado las tibiezas de siempre. Y empezar a callar para que Dios me hable. Contengo en mi alma a los que he querido. A los que me buscan. A los que me quieren.» (Carlos Padilla-Aleteia)