«En las filas del demonio están todos esos «encantadores de serpientes» que se aprovechan «de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad».
El documento del Papa, dado a conocer hoy, 6 de febrero, pero firmado el primero de noviembre de 2017, Solemnidad de Todos los Santos, es también una advertencia en contra de esa «violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras “certezas”: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas».
De la difusión de esta iniquidad «se enfriará el corazón en la mayoría», como dice el título del mensaje, del Evangelio de Mateo; y las primeras víctimas son los jóvenes: a cuántos de ellos, denuncia Bergoglio se les ofrece «el falso remedio de la droga, de unas relaciones de “usar y tirar”, de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido.
Jesús había anunciado «una gran tribulación» en el Monte de los Olivos, allí donde comienza su pasión, «describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio». Por otra parte, este es el objetivo del demonio, «que es «mentiroso y padre de la mentira»: «confundir el corazón del hombre», presentar «el mal como bien y lo falso como verdadero», hacer que las personas caigan en la soledad, en la cerrazón, en la desesperación. Apagar la caridad. Porque él habita en «el hielo del amor extinguido», afirma el Pontífice argentino citando la imagen que utilizó Dante para el Infierno de Satanás, sentado en un trono de hielo.
Cuántos hombres y mujeres –denunció– viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad». Por ello es necesario que cada uno discierna y examine «en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas». «Tenemos que aprender –exhorta el Papa– a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien».
Francisco también advierte frente a la «avidez» por el dinero, que es «raíz de todos los males» y después se convierte en «rechazo de Dios», en violencia «que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras “certezas”: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas».
Para concluir, el ayuno, que, garantiza el Papa, «debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer». Por una parte, «nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre»; por otra, «expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre».
El Papa invita, más allá de «las fronteras de la Iglesia católica», a todos los hombres y mujeres «de voluntad, dispuestos a escuchar a Dios».