Para quienes te conocimos no parece haber pasado ya un año de tu lamentable y vergonzoso deceso, muy probablemente no sea así para quienes te privaron de la vida. ¡ Pobres hijos de las tinieblas ! Sus odios, discordias, iras, envidias, disensiones, embriagueces, libertinaje y tantas cosas semejantes (quizá todas juntas) los han privado de la verdadera libertad de los hijos de Dios.
Para nosotros tú estás vivo, en nuestros recuerdos y en nuestras vidas. Fuiste causa de admiración, un vínculo de entrada a la comunidad cristiana y en sus diversas tareas. Surgiste en muchos, algunos de ellos no practicantes o indiferentes, el despertar de un todo religioso, provocaste en ellos un nuevo amanecer en su corazón.
Este violento <<arrebato>> de entre nosotros no te ha privado llenarnos de ilusión, de alegría, de ánimo, de fortaleza para luchar, de ganas de ser cada día más cristianos y más humanos. Has enseñado a amar a Dios y a las personas, a vivir la vida con intensidad, a sentir, a gozar, a valorar, a reír; has enseñado la alegría. Gracias a ti muchos han conocido esto y otro tanto.
¡Cómo pagarte todo bien!
Con el deseo firme de que ya participes de la Vida de Dios, nuestro recuerdo por siempre.