Celebraciones Litúrgicas

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La muerte cruel e injusta que ha sufrido el Padre Luis Velázquez nos sitúa una vez más, en el corazón de la cultura violenta y destructiva que se ha enquistado en la sociedad que vivimos. Se trata de una injuria extrema no sólo a la dignidad de la persona humana, sino a la fe de los católicos. Es una muestra clara de la enorme inseguridad que nos rodea. Nos enfrenta a un espectáculo verdaderamente alarmante. Nos conduce a la urgencia de enfrentar esta creciente criminalidad para detener, de una vez por todas, esta amenaza permanente que ha golpeado en esta ocasión el corazón mismo de nuestra ciudad.

El homicidio perpetrado en contra de este sacerdote se ha originado en el reducto de maldad del corazón humano. Ha nacido del odio, de la venganza de la codicia. Ha sido expresión de una total carencia de sentido moral y de valores básicos. Se funda en el criterio absurdo de que la vida <<no vale nada>> y es juzgada con una frivolidad pasmosa.

Esta manera de quitar la vida a un ser humano exige a nuestra sociedad a tomar conciencia frente al respeto y al valor de la vida humana. Quitar la vida a un ser humano es irrumpir en el santuario más sagrado de la dignidad humana. El que causa la muerte se hace esclavo de la muerte, es ciudadano del reino de la muerte, contrario al Dios de la vida. Aunque se crea tener miles de argumentos. No hay ningún argumento que valga más que la vida de un hombre, que es sagrada por ser hijo de Dios, y con mayor razón a un sacerdote que representa a toda una comunidad creyente y es digno de Cristo. Matar a un sacerdote es de alguna manera como matar una vez más a Cristo. Se trata de la expresión de una profunda crisis de cultura, que oscurece el sentido del hombre, de sus derechos y de su dignidad. Todo eso hace que <<la defensa de la vida exija llegar hasta el heroísmo>>

El Padre Luis, nativo de Guadalajara , Jalisco, trabajó en la Iglesia Católica de Tijuana desde el año 1988. Realizó estudios de postgrado en Derecho Eclesiástico en la ciudad de Roma. Desempeñó diversos ministerios al servicio de la comunidad. Estuvo al frente del Tribunal Eclesiástico. Presidió igualmente la Comisión Diocesana de Pastoral Profética. Impulsó la formación de Comunidades de Base y participó activamente en los medios de comunicación de nuestra ciudad. Promovió la construcción de la Parroquia de María Reina, en Colinas de Agua Caliente, al frente de la cual tenía dos años. Se caracterizó por su entusiasmo y su personalidad. Con gran facilidad de palabra, poseía una excelente capacidad de comunicación y de relación. Tenía una aguda sensibilidad social que le permitía analizar la realidad política y económica de nuestra nación y mucho carisma para motivar la conciencia de participación social y el compromiso de la comunidad ante las realidades y los desafíos circundantes. Podemos situarlo ciertamente entre los defensores más sinceros de los derechos humanos.