Hemos perdido, de forma ignominiosa, a uno de los mejores hombres. La respuesta de la comunidad no se ha hecho esperar, se ha expresado en forma masiva el dolor, el rechazo, la fe, la plegaria ferviente y el amor incondicional hacia este querido sacerdote. La Iglesia de Tijuana y sus presbíteros, unidos al obispo Rafael Romo, no solo condenan este crimen artero, sino también renuevan un firme compromiso para luchar con todas sus fuerzas por un mundo de paz y de justicia, una nueva cultura en la que se haga vida el respeto a los derechos básicos de la persona humana.
La sangre derramada por el Padre Luis tiene que convertirse en signo de esperanza para nuestra ciudad y nuestro pueblo. Que el Dios de la justicia lo integre en su reino eterno y que sus seres queridos se sientan confortados con la fe que anunció infatigable este entusiasta sacerdote de Jesucristo.